Cuando mamá se levantó y fue a coger su ropa algo muy desagradable había pasado.
Quiso pensar que un mareo ocasional al incorporarse le hacía jugar con su mente, y que sin duda, esa mierda en la copa izquierda de su sujetador era sólo el producto de su malestar.
Y no tuvo más remedio que sentarse, para reconocer sin duda, que una miserable sombra de color marrón se mostraba aún.
Se tumbó definitivamente, pensó que no estaba bien, que tener más de noventa significaba perder quizás la razón, que hasta ahora le hacía no preguntarse cuanto debería vivir. Buen oficio, más allá. Que ahora no, que se le había torcido el entendimiento.
Tumbada en la cama cerró los ojos quince minutos.
Al levantarse la mierda estaba ahí, justo en la copa izquierda del sujetador. Un cuerpo blandengue y marrón.
La ventana estaba abierta. Tal vez fue por eso, algún extraño animal. Vete a saber que mierdas cagan los animales por la noche. No se sabe.
Se levantó. Se sirvió de otra prenda.
Mientras sus hijos ya habían venido, ahora en el salón hablaban de las cosas mundanas, de la crisis, del tiempo, a veces hablaban de todo sin coordinación.
Sólo cuando se fue su hijo mayor, se atrevió a hablar. De porqué estaba en silencio hasta entonces, ahora debían saber el secreto, ahora sabrían el drama donde amaneció, sin entender si estaba perdiendo el juicio. Pero no con su hijo mayor. Le daba vergüenza que supiera que se le iba la cabeza, y quería protegerlo.
-Ahora que se ha ido, tengo que deciros una cosa:
Ha aparecido una mierda en mi sujetador.
Sólo la hija tiene la intuición de que la madre no se vuelve loca de pronto, de que todo tiene una explicación, una que no se sabe cual es.
Por una parte hay que despreciar las cagadas de palomas y de murciélagos, pues son pequeñas, y sólo un perro podría haber hecho algo así.
Pero no hay perro y sólo queda investigar otras posibilidades.
Quizás mamá esté enferma, pero no me lo creo si ayer estaba tan pancha, cenando y riendo, y tomando postre.
Investigado el sujetador, se ve una amplia muestra de lo que en su día fue la mierda.
No hay duda de que algo marrón ha pasado.
De las pruebas que se hicieron con la mierda, resumió con pulcritud, que descubiertos los restos del mismo material en aquella blusa que llevaba ayer en la cena, cuando plácidamente saboreaba aquella Mouse de café, no cabría nada sino mirar a su madre y decirle: No, hoy mamá, no estás loca, es que se te ha caido la Mouse entre el escote.
Porque las tetas caen y el sujetador permanece coqueto en aquellas mujeres imposibles, donde la fantasía y la imaginación siguen vivas cien años.
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