viernes, 6 de diciembre de 2013

El viejo tigre

Casi apunto de su extinción, el viejo tigre se decidió por recorrer cada punto de su territorio. Su olor le llevaba o en sí el olor era su razón de ser. Marcaba territorio con su piel, su mirada y su oído. Tal vez hoy vas a correr de nuevo, como una madera vieja, carcomida, como un náufrago sin tierra. El me miró. Acudí a él como se acuden en mayo a oler los sampedros y los geranios, o los olores del recuerdo. Al fin, el viejo tigre empieza a andar, se pone música azul, y empieza a caminar. Porque los planetas giran estrepitosamente, sin sentido, los reinos del viejo, empiezan por el dolor. Al empezar la caminata, no se sabe bien, un esfuerzo de aromas innecesarios, un dolor.
Pues la rosa no esta, no se sabe, y duele. Al principio, el tigre siente esa obligación, de correr y siente los viejos cartílagos, los dolores de antes, la vieja impresión de viajero. A la primera vuelta, apenas se saben de el la música que empieza a estabilizarse. La elige bien, saabe que empezar a correr, dar la vuelta al territorio es mancharse, es alternar sin significado, y correr.
La segunda vuelta compromete este círculo de carencias. Impulso, como yendo, como ido, como la segunda, al igual que la primera, sigue pareciendo un esfuerzo innecesario, un orín de esquinas, un acariciar de árboles. Y se va calentando el cuerpo, ahora sientes el compromiso con la vuelta. Se van los otros corredores del camino, y adelantan siempre enérgicos para mí. Yo frágil, los veo pasar.
La tercera vuelta tiene un don de fiesta, empiezo a pensar que estoy corriendo, en la seda yo, estoy corriendo, sí, me adelanta la chica de nalgas hermosas, sí, me adelanta el chico de nalgas hermosas, sí, yo ya tengo nalgas hermosas, y un viaje. Me duelen las articulaciones, y siento pedradas en las rodillas pero cabalgo como viejo, y empiezo a oir música francesa e italiana, ahora estoy empezando a correr, a correr.
La cuarta vuelta da cumplimiento, saber que has llegado aquí, que es tuyo el camino, es la más importante, ahí se sabe si correras dos o tres más. Es la vuelta deportiva, empiezas a pensar en el dolor de otra manera, ya no hay una sensación de sufriemiento.
El viejo tigre, aunque le cuesta, empieza a dar ciertas zancadas más amplias, y alarga la mirada, se ve a la chica que lo sobrepasa y la siente, esta vez las nalgas son como más deseadas, esta vez, la chica le acelerará, con disimulo alarga la zancada y la sigue, sus pantaloncitos ajustados, sus veinte años, el viejo tigre, ahí va.

En la quinta se sabe que vas cumpliendo, que tienes más de cincuenta y quieres correr como caballo viejo, procuro Chavelas y ponme la mano aquí, se despierta cada músculo.Lluis canta vida, o canciones de cantautores y poetas me empiezan a dar cuenta de que yo soy el tigre.

Sexta vuelta, endorfinas, música, soy joven al fin, ahora son jazz de vieja banda en el parque y recuerdos de mi Alambra particular, las endorfinas me hacen feliz. Estoy corriendo. De nuevo me pasa la chica de mayas ceñidas, y me admiro de gustar con descaro su culito de veinte años, estoy corriendo al fin. Azzurro, por ejemplo, canciones francesas, no, rien de rien de rien, je ne regrete rien. O algo así. Estoy caliente.

Séptima vuelta: la última que debo dar, debo por mi edad dejar de correr, con esta carrera que no puedo permitirme, pero me doy el gusto de seguir corriendo, ahora mis zancadas son más gustosas, más largas, parezco un corredor, empiezo a sentirme bien, y veo que la química del placer me hace que no pueda parar, que no quiera parar.

Octava: la última, no debo dar más vueltas, pero me gusta ser feliz a deshoras, ahora que pierdo batallas me gustan las guerras. Me gusta oir por ejemplo al viejo Bach, también tangos y alguna que otra canción de los ochenta. Tócala Uli, no pares, con tu armónica, estoy corriendo.

Novena: la última. Ahora sé porque el viejo tigre ha vuelto al territorio, ahora sé que la felicidad estaba ahí, justo en el calor, ya no me duelen las rodillas, de hecho corro más rápido que nunca, culitos que adelanto a mi pesar, las putas endorfinas me hacen correr, mañana sentiré un gran dolor, un gran dolor, un gran dolor.
Corro la novena, que es la última.

Y voy y me voy al fin. Pero la décima es imprescindible, es la poesía, entonces mi zancada no es amplia, es orgullosa y joven, no debería correr así, con ese ansia, pero corro loco, como atleta de un atleta en olimpiada, gratis y enorme, como la primavera,
He subido mis pulsaciones a ciento cincuenta, para ya, para ya, y corro, soy feliz.


sábado, 2 de febrero de 2013

Equívoco III: La maestra rubia y la maestra rubia se citan en el consultorio médico.



Un buen día la maestra rubia y la maestra rubia coincidieron en el consultorio médico. Ambas se miraron, miraron como miran las maestras rubias, pero esta vez delante no había cinco ni veinte ni treinta alumnos, sólo la puerta del fondo podían evaluar. Como no quedaba otra cosa se miraron. La maestra rubia le dijo a la maestra rubia que hacía buen tiempo.
-Hace buen tiempo.
-Para mí hace un poco de calor y de frío al mismo tiempo. De hecho estoy descontenta con el tiempo, siempre.
-Pero su cara me es familiar, no se, tal vez usted, en su tiempo descontento pudo haber sido amiga mía.
-No tengo el gusto de conocerla. Y me duele el pié, siempre que el tiempo cambia me duele el pie.
-¿No tendrá usted gota?
-No, es que no hablo con desconocidas.
-Entonces me presentaré: Soy La bella Lisismunda, profesora de ambrosías y néctares divinos por la Universidad de la Cumbiamba.
-En cambio yo no, ya ve, aquí me ha pillado.
-¿Pero no me reconoce?
-¿Porqué? No la he visto en la vida.
-Pero esas mismas manos, me suenan de algo. Tal vez usted y yo tuvimos que ver en otro tiempo. ¿Ha sido usted leñadora o transformista?
-No.
-Lo ve, yo tampoco, ¿Porqué no hace un esfuerzo?
-Está bien, hace buen tiempo.
-¿Ha viajado usted a alguna parte?
-¿Se refiere a en cuerpo y alma?
-Sí.
-Yo también, yo también, lo ve, usted y yo hemos hecho las mismas cosas todo el tiempo.
-Hoy sí, hoy estamos esperando en la consulta.
-Pero no ahora, antes.
-No la conozco, créame, su cara me es imposible de recordar.
-Pero hay algo en usted, no sé, ¿podría usted simular una mariposa con sus dos manos?
-Podría.
-Hágalo.
Entonces la chica rubia engarzó los pulgares y palmeó las manos. Como sin pensarlo se levantó de la silla y simulando el vuelo dio un recorrido sereno por las sillas. Se posó.
-¿Así esta bien?
-Ve como la conozco.
-Todo el mundo imita el volar de las mariposas de la misma manera.
-Pero no con la misma amabilidad que usted, usted se levantó y luego dejó que la mariposa se posara en aquella silla.
-Ah! No, yo no haría eso, eso es cosa de familia, en mi familia las mariposas revolotean y se posan en sillas, nos viene de herencia genética.
-Entonces era eso, yo conozco a alguien de su familia.
-Sí, es posible. Pero no me ha hablado de usted y de cómo conoció a mi familia.
-Porque soy el Huésped del Sevillano.
-Se refiere a la Zarzuela, ¿a algún personaje?
-No, en general yo soy la el Huésped del Sevillano.
-¿Me lo puede demostrar?
Entonces la chica rubia se transformó en cabo de andas y cantó con voz de tenor:
“El cabo de andas, que fuiste a la guerra…”
-Es curioso, mi hermana me habló de algo así.
-¿No me diga?
-Sí, un buen día me dijo que nuestros destinos serían como vidas paralelas, pero que en un espacio del tiempo, desapareceríamos y seríamos la una por la otra, esperando en una consulta…y que una chica rubia se convertiría en la Zarzuela llamada el Huésped del Sevillano.
Entonces ella se convirtió en un pelotón, y le hizo los coros.
-¿Cómo se llamaba su hermana?
-Como se llama, querrá decir.
-En aquel tiempo ¿se llamaba igual que ahora? ¿Sigue siendo la misma?
-¿Se refiere a el hecho de que las personas que ocupamos un espacio y un tiempo cambiamos continuamente y no podemos coincidir en nosotros?  O simplemente se refiere al pensamiento general, es decir, que nosotros somos los mismos siempre
-Sí.
-Entonces se refería a eso.
-Sí, hasta hace poco era usted una mariposa y yo una Zarzuela.
-Mañana no. Mañana no seré la misma, habré volado. No soporto ser la misma todo el tiempo.
-Seamos pues dos maestras rubias a la espera, en un consultorio médico.

Luego llamaron a la maestra rubia de la derecha. Ella se despidió de Ella. Y ahí se acabó la historia. Al irse la maestra rubia le dijo a la maestra rubia que sí, que realmente la había reconocido, pero por timidez no le había hecho antes lo de la mariposa. Ella se quedó pensando que tal vez debería haberle contado antes que no era Lisismunda enamorada, ni una Zarzuela, que ahora era Filoctetes, el poseedor de las armas de Heracles.