sábado, 27 de noviembre de 2010

Sillas de anea

 

     Al salir de la puerta de la cocina encontraba las dos hamacas de playa de listas azules y amarillas, frente a ellas la mesa verde también de playa y tras la mesa dos sillas, dos sillas de anea, de las de toda la vida, de las de todas las casas de campo. Esas sillas que al sentarse en alguna de las hamacas le parecían estar esperando a alguien que las ocupara, era como esperar una visita, quizá como esperar a Godot; por que allí no había visitas, allí no vendría nadie, las sillas seguirían vacías y en disposición de espera, seguramente hasta que alguien se acordara de guardarlas o cambiarlas de disposición.

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