viernes, 25 de febrero de 2011

Valero

D4, d4, ¿Dónde coño está d4?
Esto es tocado y hundido.
Y mientras busco la casilla correcta
Voy y te sueño con imprecisión, con tanta cuadricula
en el mapa de mis recuerdos,
donde el acorazado Potenkim fue herido de muerte,
Busco coordenadas inexactas,
No sé donde está d4.
No sé donde buscar.

Había un tablero incompleto con tantas piezas,
¿Y quién se atreve a colocarlas todas?
¿O removerlas en una combinación?
Bella, insaciable y emocionante,
que vive y muere en un instante.

El barco de los recuerdos me dice que es hora de perderte,
No lo sabía,
No lo se todavía,
No se si perderte,
Había, o quizás lo hay ahora,
unas conversaciones a la salida del viejo club.
Sólo me queda Kant y sus imperativos categóricos,
Sólo algunos vinos me quedan.
Las diatribas del padre Teilhard de Chardin, empecinado jesuita,
algunas alusiones humanas a Unamuno,
sobre el pensamiento y los hombres.
Me queda la Caverna de Sócrates.
Y la posibilidad, ya sabes, las blancas no sé, las negras.
Y te vas y me elevas haciendo un mito,
y mi costumbre de tenerte.
Al fin la incógnita es conocida,
la vieja duda.
que es el amor de los hombres,
pues esto es lo mejor. el recuerdo fraterno.
y tu hermana me permitió quedarme con una caja de fichas viejas
de ajedrez inconcluso, de figuras abandonadas.
Y al fondo, de tu puño y letra, una descripción inexacta del viejo gambito,
herencia póstuma podría ser, testamento vital, regalo del tiempo, supongo.


¿Dónde está d4? No sé.

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