Casi apunto de su extinción, el
viejo tigre se decidió por recorrer cada punto de su territorio. Su olor le
llevaba o en sí el olor era su razón de ser. Marcaba territorio con su piel, su
mirada y su oído. Tal vez hoy vas a correr de nuevo, como una madera vieja,
carcomida, como un náufrago sin tierra. El me miró. Acudí a él como se acuden
en mayo a oler los sampedros y los geranios, o los olores del recuerdo. Al fin,
el viejo tigre empieza a andar, se pone música azul, y empieza a caminar.
Porque los planetas giran estrepitosamente, sin sentido, los reinos del viejo,
empiezan por el dolor. Al empezar la caminata, no se sabe bien, un esfuerzo de
aromas innecesarios, un dolor.
Pues la rosa no esta, no se sabe,
y duele. Al principio, el tigre siente esa obligación, de correr y siente los
viejos cartílagos, los dolores de antes, la vieja impresión de viajero. A la
primera vuelta, apenas se saben de el la música que empieza a estabilizarse. La
elige bien, saabe que empezar a correr, dar la vuelta al territorio es
mancharse, es alternar sin significado, y correr.
La segunda vuelta compromete este
círculo de carencias. Impulso, como yendo, como ido, como la segunda, al igual
que la primera, sigue pareciendo un esfuerzo innecesario, un orín de esquinas,
un acariciar de árboles. Y se va calentando el cuerpo, ahora sientes el
compromiso con la vuelta. Se van los otros corredores del camino, y adelantan
siempre enérgicos para mí. Yo frágil, los veo pasar.
La tercera vuelta tiene un don de fiesta,
empiezo a pensar que estoy corriendo, en la seda yo, estoy corriendo, sí, me
adelanta la chica de nalgas hermosas, sí, me adelanta el chico de nalgas
hermosas, sí, yo ya tengo nalgas hermosas, y un viaje. Me duelen las
articulaciones, y siento pedradas en las rodillas pero cabalgo como viejo, y
empiezo a oir música francesa e italiana, ahora estoy empezando a correr, a
correr.
La cuarta vuelta da cumplimiento,
saber que has llegado aquí, que es tuyo el camino, es la más importante, ahí se
sabe si correras dos o tres más. Es la vuelta deportiva, empiezas a pensar en
el dolor de otra manera, ya no hay una sensación de sufriemiento.
El viejo tigre, aunque le cuesta,
empieza a dar ciertas zancadas más amplias, y alarga la mirada, se ve a la
chica que lo sobrepasa y la siente, esta vez las nalgas son como más deseadas,
esta vez, la chica le acelerará, con disimulo alarga la zancada y la sigue, sus
pantaloncitos ajustados, sus veinte años, el viejo tigre, ahí va.
En la quinta se sabe que vas
cumpliendo, que tienes más de cincuenta y quieres correr como caballo viejo,
procuro Chavelas y ponme la mano aquí, se despierta cada músculo.Lluis canta
vida, o canciones de cantautores y poetas me empiezan a dar cuenta de que yo
soy el tigre.
Sexta vuelta, endorfinas, música,
soy joven al fin, ahora son jazz de vieja banda en el parque y recuerdos de mi
Alambra particular, las endorfinas me hacen feliz. Estoy corriendo. De nuevo me
pasa la chica de mayas ceñidas, y me admiro de gustar con descaro su culito de
veinte años, estoy corriendo al fin. Azzurro, por ejemplo, canciones francesas,
no, rien de rien de rien, je ne regrete rien. O algo así. Estoy caliente.
Séptima vuelta: la última que debo
dar, debo por mi edad dejar de correr, con esta carrera que no puedo permitirme,
pero me doy el gusto de seguir corriendo, ahora mis zancadas son más gustosas,
más largas, parezco un corredor, empiezo a sentirme bien, y veo que la química
del placer me hace que no pueda parar, que no quiera parar.
Octava: la última, no debo dar más
vueltas, pero me gusta ser feliz a deshoras, ahora que pierdo batallas me
gustan las guerras. Me gusta oir por ejemplo al viejo Bach, también tangos y
alguna que otra canción de los ochenta. Tócala Uli, no pares, con tu armónica,
estoy corriendo.
Novena: la última. Ahora sé porque
el viejo tigre ha vuelto al territorio, ahora sé que la felicidad estaba ahí,
justo en el calor, ya no me duelen las rodillas, de hecho corro más rápido que
nunca, culitos que adelanto a mi pesar, las putas endorfinas me hacen correr,
mañana sentiré un gran dolor, un gran dolor, un gran dolor.
Corro la novena, que es la última.
Y voy y me voy al fin. Pero la
décima es imprescindible, es la poesía, entonces mi zancada no es amplia, es
orgullosa y joven, no debería correr así, con ese ansia, pero corro loco, como
atleta de un atleta en olimpiada, gratis y enorme, como la primavera,
He subido mis pulsaciones a ciento
cincuenta, para ya, para ya, y corro, soy feliz.